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Foto del escritorAntonio J. Martín

Manuel López Bermúdez, "La figura del orientador en educación es imprescindible y su trabajo vital"

Actualizado: 4 nov 2023


Manuel López Bermúdez nace el 22 de febrero de 1964 en Las Casillas (Jaén).



Su currículo es muy interesante:


a) Diplomado en Magisterio (Ciencias Humanas) por la Universidad de Jaén (Año 1986);


b) Licenciado en Psicología por la Universidad de Granada (Año 1989).


c) Licenciado en Psicopedagogía por la Universidad de Granada (Año 2010).


Mientras estudiaba Psicología se formó en clínica a través de sendos títulos de Monitor de Educación Sexual (Granada, 1987-88) y Experto en Terapia Sexual (Madrid, 1988-89), formación que le ha valido posteriormente en gran medida cuando ha tenido que ejercer en la orientación de los Departamentos de Orientación en los centros de Secundaria donde ha podido ofrecer una alta calidad de educación sexual al alumnado, sin estereotipos, sin prejuicios, eliminando mitos, etc. que solía gustar mucho y despertar gran interés en el alumnado.


También recibió formación extra en el campo de la educación, a través de 450 horas del programa de formación permanente del profesorado de la UNED.


Al terminar psicología tuvo que hacer el servicio militar (Año 1990).



Al terminarlo e reincorporarse al mundo real aprovechó una convocatoria dirigida a parados de un curso de Experto en Orientación Educativa, por la Universidad de Granada.


En realidad era un Máster de dos años, que no pudo terminar debido a su carácter presencial.


La formación del primer año (cuyos módulos le certificaron sobre la marcha) unido a los cursos de la UNED que hizo le permitieron entrar, interinamente, en la segunda convocatoria de orientadores para el Departamento de Orientación de Andalucía.


Al final de ese curso se celebraron las primeras oposiciones de orientadores para Departamentos de Orientación, en institutos que anticipaban la educación secundaria en Andalucía, tras ser introducida por la LOGSE.


Los primeros años de anticipación de la LOGSE, la ESO y Departamentos de Orientación fueron años apasionantes porque no había normativas sobre cómo deberían de funcionar los departamentos.


De vez en cuando salía alguna circular con líneas generales acerca de las funciones que podrían desempeñar los orientadores en los departamentos y sobre lo que se pretendía.


Esos años fueron pródigos en formación. Les convocaban en jornadas de formación que siempre solían ser de dos o tres días, en los que se concentraban en algún hotel de Andalucía Oriental (las provincias de Andalucía Occidental tenían su propia reunión aparte).


Él pertenecía a Andalucía Oriental ya que su primer destino fue en Olvera (Cádiz) y les llamaban a actividades de formación Villamartín, Chiclana, Cádiz…


Allí les diseñaban la jornada de formación con algunos ponentes en primer lugar, que les daban unas líneas principales sobre aspectos metodológicos y sobre lo que se pretendía que fueran los departamentos de orientación.


Después se hacían grupos de trabajo en los que se profundizaba sobre lo que habían dicho los ponentes, haciendo propuestas desde su propia experiencia en los respectivos centros, sobre lo que estaba siendo bueno, sobre las dificultades que encontrábamos, sobre las necesidades que había que afrontar tanto a nivel profesional de la orientación, como a nivel de alumnado, familia, del profesorado y de las demandas que nos llegaban.


Al final de las sesiones se hacían puestas en común y sacaban conclusiones generales desde las conclusiones parciales obtenidas en cada grupo y cree que de todas estas propuestas fue saliendo parte de la normativa que después surgió en forma de órdenes y decretos.


También recuerda otras concentraciones en Sevilla y en Alcalá de Guadaira un par de años más tarde en las que se habló de los proyectos de Programas de Garantía Social y Programas de Diversificación Curricular, estando él entonces en Morón de la Frontera. Otro grupo se reunió en Málaga y de las respectivas conclusiones salió la normativa que en lo sucesivo guiaría estos programas.


En aquellos tiempos, en los institutos había profesorado de BUP, acostumbrado a dar clase exclusivamente a alumnado de Bachillerato, que accedía al centro con catorce años (lo que hoy sería 3º de ESO), tras permanecer en la escuela hasta 8º de EGB (dos años más que en la actualidad).


Se trataba, por lo tanto, de un alumnado muy seleccionado, ya que al terminar la EGB quienes tenían más dificultades curriculares y menor motivación académica optaba por estudios de Formación Profesional o dejaba de estudiar. A ello se le sumaba que era una etapa de carácter voluntario, por lo que el profesor no tenía que seguir más criterios pedagógicos que los de la lógica de la materia de su especialidad, dejando en cierto modo a su suerte (sin posibilidad de promoción) al alumnado que no fuese capaz de adaptarse a la misma y acabara con más de dos asignaturas suspensas. Ese profesorado (sin formación pedagógica, sin experiencia en atención a la diversidad, acostumbrado a recibir solo alumnado de 14 años en adelante, seleccionado curricular y motivacionalmente, interesado en hacer Bachillerato…) se sentía ahora desbordado al recibir alumnado de 12 años, con distintas características, capacidades y motivaciones, con problemas de comportamiento que desconocía, por lo que era una importante fuente de demanda.

La verdad es que fueron años muy apasionantes de los que disfrutó mucho y su inconveniente era que estaba obligado a vivir lejos de su casa, puesto que vivía en Granada y tenía que estar toda la semana fuera. Pero por lo demás este tiempo fue profesionalmente muy enriquecedor, al sentir que eran piezas fundamentales para dar respuesta a los grandes retos que tenía que afrontar el profesorado. No obstante, al principio no todo el profesorado lo vivía así, sino que muchos veían a los orientadores como la punta de lanza de la administración para introducir las nuevas reformas educativas, cuando en realidad los orientadores lo único que hacían era ayudar a hacer frente a los retos de unas reformas de carácter estructural, de gran calado metodológico, que se iban a aplicar sí o sí.


Después continuó en el Departamento de Orientación hasta un total de quince años, recibiendo posteriormente destino en el Equipo de Orientación Educativa de Alhama (una vez que se unificó la plantilla de orientadores, pues hasta entonces los orientadores de equipos (EPOEs) y de departamentos pertenecían a plantillas distintas). Desde entonces siempre he estado en EOEs, primero en el de Alhama y después en el de Atarfe, donde está en la actualidad (y donde felizmente conocí a nuestro Antonio) hasta completar, de momento, otros 15 años.


Y aunque ahora sí se trata de la misma plantilla de orientadores, el trabajo que se realiza en los departamentos de orientación y en los equipos de orientación educativa es totalmente distinto. En consecuencia, sus primeros años en los equipos supusieron para él un nuevo reto de una profesión que era totalmente distinta con predominio de la actividad de diagnóstico que en los departamentos apenas se había realizado.



LA ORIENTACIÓN Y EL ROL DEL ORIENTADOR EN EDUCACIÓN



Antonio Martín: ¿Crees que la orientación está presente en la educación?


Manuel López Bermúdez: Para mí la orientación es un pilar fundamental de la educación. No concibo la educación sin orientación. Creo que, independientemente de la función que desempeñamos los orientadores y las orientadoras (ya sea de equipos o de departamentos), la orientación siempre está presente en la educación, considerándola intrínseca a la propia docencia. Todo docente es orientador/a del alumnado y de las familias de su clase.


Antonio Martín: ¿Qué aportáis los orientadores desde vuestra función?


Manuel López Bermúdez: Lo que sí aportamos los orientadores y orientadoras desde nuestra función es una orientación especializada que no todos los docentes pueden tener y menos aún en el profesorado de secundaria en cuya formación pesan mucho más los aspectos de su propia materia que los aspectos pedagógicos, algo que en mi opinión la Universidad apenas ha sabido corregir, a pesar del Máster en Educación Secundaria.


Antonio Martín: ¿Cuándo se demanda la figura especializada de los orientadores?


Manuel López Bermúdez: La figura especializada del orientador u orientadora es demandada cuando el profesorado tiene que atender alumnado con necesidades educativas especiales, con dificultades de aprendizaje, con necesidades de compensación educativa, con problemas de conducta, problemas de acoso escolar, de falta de motivación, problemas emocionales o derivados de la situación familiar, o problemas derivados de la adolescencia y las inquietudes que la acompañan, sin olvidar las estrategias de aprendizaje y hábitos de estudio, el apoyo a la función tutorial (principalmente en secundaria) y por supuesto, todo lo relacionado con orientación vocacional, académica y profesional, principalmente en las distintas encrucijadas en las que hay que tomar importantes tomas de decisiones (sobre todo en 4º de ESO y Bachillerato). La orientación especializada se convierte en pieza fundamental para poder dar respuesta a todos esos retos que tiene que afrontar el profesorado.


Antonio Martín: ¿Qué es la orientación?


Manuel López Bermúdez: La orientación es un proceso de ayuda y de guía al alumnado, al profesorado y a la familia, que se extiende a lo largo de toda la escolarización, aunque cobra diferente forma en cada momento evolutivo.


Antonio Martín: ¿Qué carácter tiene la función de la orientación en educación infantil y en primaria?


Manuel López Bermúdez: Así, en educación infantil y en primaria, tiene un carácter mucho más de diagnóstico mucho más de detección de dificultades, de decisiones sobre la modalidad de escolarización más adecuada a las características de cada alumno y alumna, así como sobre los recursos educativos o adaptaciones y recursos personales que se le deben proporcionar, en función de las necesidades educativas que presente, según sus características diferenciales o necesidades específicas de apoyo educativo que presente (de necesidades educativas especiales derivadas de discapacidades concretas, de dificultades de aprendizaje, de altas capacidades o de deprivación sociocultural o necesidades de compensación educativa en general, de problemas de comportamiento…).


Se trata de una labor a la vez pesada y apasionante.


Antonio Martín: ¿Cuáles son las diferentes fases del trabajo de un orientador en educación infantil y en primaria?


Manuel López Bermúdez: Esta labor comienza en el trabajo de evaluación del alumnado con dificultades de próxima escolarización, en base a la información previa que se nos pasa desde los servicios de atención temprana, las escuelas de educación infantil y a veces las propias familias.


Continúa en los Programas de Acogida, en los que tratamos de tranquilizar las inquietudes de la familia y favorecer la preparación del infante a la vez que nos mostramos ante las familias como un referente que saben que siempre está ahí y al que pueden acudir ante cualquier necesidad o preocupación.


A partir de ahí la principal actividad es la evaluación psicopedagógica y la correspondiente realización de informes psicopedagógicos y dictámenes de escolarización, tanto la que nos viene por normativa (como es el caso de evaluación de alumnado por cambio de etapa, por cambio en las necesidades o el programa de detección de alumnado con altas capacidades) como la que se nos demanda desde los distintos equipos educativos y las familias (incluyendo aquí el cada vez mayor número de informes que se nos piden para derivar o llevar al niño a servicios clínicos -neuropediatría, salud mental, etc... sin olvidar las numerosas certificaciones para solicitud de becas de neae). A lo anterior hemos de añadir la colaboración en la organización de la atención a la diversidad en el centro.


Antonio Martín: ¿Qué buscas en la actualidad?


Manuel López Bermúdez: En la actualidad, busco ganar un poco de tiempo a la mencionada actividad psicopedagógica para abordar otros aspectos no menos importantes, que me han acompañado desde mi etapa por los departamentos de orientación:


Antonio Martín: ¿Qué otros aspectos son importantes de tu actividad orientadora?


Manuel López Bermúdez: Uno es la importancia de la educación emocional y prevención del acoso escolar, auténtica lacra que es conveniente poner todos los esfuerzos para prevenir, insistiendo en el importante papel que juegan los testigos u observadores, tanto por su función reforzadora (a través de risas e incluso vítores y posterior “pelotilleo”) o actividad permisiva (mediante el silencio cómplice). Con ellos trabajamos otras posibilidades de actuar mediante participación activa de muestra de desaprobación, rechazo o repulsa de la actividad acosadora, así como la posibilidad de buscar la ayuda de las maestras y maestros. Dinámicas de grupo haciéndoles vivir diversos roles (acosador, víctima, testigos) y distintas actitudes (animadora, pasiva o de desaprobación manifiesta) como paso previo a una reflexión posterior sobre ello.


Otro aspecto es la autogestión del comportamiento, haciendo formación de mediadores/as a todo el alumnado de sexto, el cual es formado en el último trimestre de quinto curso sobre estrategias de mediación para que sea el propio alumnado quien resuelva los pequeños (y numerosos) conflictos de convivencia, dejando para el profesorado el abordaje de los más importantes.


Finalmente, otros aspectos de mi actividad orientadora suelen ser las estrategias de aprendizaje y las actividades del programa de tránsito a alumnado de 6º curso, de preparación para el paso a la ESO, intentando dar respuesta a la incertidumbre, dudas y nervios que suele caracterizar este cambio de etapa y de centro. Se lo suelo presentar como otro escalón, uno más de los que han subido sin darse cuenta desde que no sabían leer hasta el momento actual, escalón que no necesariamente tiene que ser más duro ni difícil que los anteriores, aunque sí exige más responsabilidad y organización por parte del alumno, al que ahora se le traspasa una labor de autocontrol y autosupervisión que hasta ahora realizaba en gran parte el tutor o tutora en colaboración con la familia y que ahora le toca asumir al propio alumno en mayor grado.


Antonio Martín: ¿Cuáles son algunas líneas de pensamiento que te suelen acompañar en tu actividad orientadora?


Manuel López Bermúdez: Algunas líneas de pensamiento o preceptos que me suelen acompañar en mi actividad orientadora son:


- Uno de ellos creo que surge de mi largo tiempo de interino, con los consiguientes cambios de centro con sus distintas realidades y enfoques educativos. Esto me permite valorar, por ejemplo, hasta qué punto la dinámica de un centro puede depender de su directiva: cuando hay un equipo directivo que cree en los niños y niñas y se interesa por sus problemas es muy distinto que cuando hay un equipo directivo que da prioridad al carácter organizativo, a la convivencia malentendida basada en disciplina y sanciones... Y en definitiva, me ha permitido entender mejor las distintas sensibilidades del profesorado, de las familias y tipologías de alumnado. Eso me ha liberado de muchas “orejeras” y de mantener posturas intransigentes y me ha hecho ganar en tolerancia y flexibilidad a todas las variantes que me pudiera encontrar, y siempre he intentado (sin renunciar a mis propias creencias y convicciones) ser útil a la realidad de cada centro, convertirme en pieza útil de su organigrama y su filosofía, y desde ahí, poder dinamizar y canalizar sinergias en la dirección que he creído conveniente para acercarse a mi modelo educativo, pero partiendo desde dentro, desde las propias necesidades y líneas de actuación que el centro plantea, que a lo mejor no son las que yo aplicaría desde mi despacho o desde mis aprendizajes en las oposiciones.


- Otra línea de pensamiento es mi concepción de la familia como la más interesada en el alumno o alumna; siempre he pretendido entenderla en sus preocupaciones y asesorarle desde sus preocupaciones, sin juzgar ni prejuzgar sus actos y motivaciones, intentando evitar etiquetas de “exigente”, “sobreprotectora", "poco implicada”, etc, con las que muchas veces se le recibe desde parte del profesorado que prefiere a la familia lejos del centro (sin caer en la cuenta de que todos somos familias). Y siempre he tenido como máxima que la familia se vaya más tranquila y relajada que como llegó y más confiada en las posibilidades de solución y en consecuencia más propensa a colaborar que si se le hace cargar con nuestras “verdades” puras y duras. Le preguntaba a una madre a la que se lle caían dos lagrimas “¿Tú cómo ves a tu niño?” “pues muy bonico, alegre un poco travieso”, “bueno, pues dicen los médicos que ese comportamiento un poco travieso se llama TDAH. Ahora mira a tu niño y me dices cómo lo ves. ¡Pues muy bonico, alegre un poco travieso… ¡Es el mismo!. ¡No ha cambiado nada!” Entonces, donde había lágrimas empieza a esbozarse una sonrisa.


- Igualmente, siempre he pretendido evitar la preocupación en el alumno o alumna que he sacado de clase para su evaluación. Siempre digo ante la clase que “he hecho un sorteíllo” para conocer mejor a algún niño o alguna niña y jugar con ella en el ordenador a juegos de pensar a los que no ha jugado nunca. Todos quieren venir y el que le toca se siente “afortunado”. Después, a solas, en tono jovial, empiezo a preguntarle sobre su sensación en el colegio, las amigas y amigos que tiene, las cosas buenas que le pasan, alegrándome con él o ella y felicitándole por la suerte que tiene y ya le pregunto si quiere jugar, procediendo a la realización de las pruebas que considero necesarias. En cuanto se siente cansado o incómodo le permito que se vaya pero haciéndole ver la necesidad de volver a salir otro día a continuar “porque las cosas siempre hay que terminarlas” y arrancándole el compromiso de volver otro día. Por el patio y por la calle escucho decir “¡Mira mamá! Ese es el maestro de los sorteíllos”.


Antonio Martín: ¿Cuáles han sido algunos de los momentos que se te han quedado marcados para siempre?


Manuel López Bermúdez: De todo este tiempo, hay momentos y conversaciones que se me han quedado marcados para siempre:


- El padre de un niño acusado y denunciado injustamente por acosador. Declarada su inocencia, el padre quería denunciar a la familia acusadora por difamación y el daño causado. Y se quejaba de que el director del centro le pedía que no lo hiciera, para evitar más escándalos y publicidad negativa; se quejaba de sentirse incomprendido y sin apoyo. Yo me limité a preguntarle “¿Has comentado tus intenciones con tu hijo? ¿Le has preguntado si quiere revivir todo otra vez?” No olvidaré sus lágrimas repentinas, agradeciéndome la empatía que, a su entender, le demostraba.


- La niña de 3º de ESO con un historial académico excelente, que empezó de golpe a suspender en paralelo al proceso de separación de sus padres. Me confesaba que no estudiaba, que no tenía tiempo, que en clase estaba cansada por dormir poco tras haber vuelto de la discoteca a las tres de la mañana… Le pregunté qué opinaban sus padres de esa hora de llegada. Mientras se le caía una lágrima me respondió “¡Si no me echan cuentas!”. Jamás olvidaré un grito tan alto (y tan ignorado) reclamando la atención de los padres.


- La niña de 5º de educación primaria que siempre me abrazaba cuando me veía y que iba dando abrazos a todo el mundo. Tras debatir sobre los métodos educativos (bastante punitivos) empleados en casa, le explicaba a su madre (educada a su vez con los mismos métodos) que su hija estaba tratando de suplir la falta de afecto y cariño que sentía en casa y le asesoraba sobre la necesidad de que le diera besos y abrazos, le alabara y reforzara, le dijera cuánto la quería… y me dijo “¡Es que no sé! ¡Es que no me sale!” Más tarde me confesó que su hija le recordaba a su ex-marido que la maltrató. Aún me estremezco.


- Y egoístamente me quedo con las distintas madres que han venido a decirme “¡He hecho lo que usted me dijo y... “mano de santo”; o la exclamación “¡Cómo que te vas!” de una directora al enterarse de mi próximo traslado; o la frecuente pregunta de diferentes niños y niñas “maestro, ¿cuándo me vas a coger otra vez?”; y la constante retahíla por los pasillos “¡Hola maestro!”...



CONOCIENDO MÁS DE CERCA A MANUEL



Entre sus hobbies principales destacan:


a) Practicar el futbol (que ya tuvo que abandonar).


b) Ver buen cine (principalmente clásico).


c) Lectura.


d) Pasear por el campo y por la ciudad (buscando rincones).


e) Disfrutar de una buena tertulia con los amigos, a ser posible compartiéndola con la familia.


Es buena gente, como dicen en su pueblo. Algunas de sus virtudes son la tolerancia, sinceridad, lealtad, compromiso y familiaridad, sin descuidar tener un rato para compartirlo con los amigos.


"Lo conocí hace tiempo cuando estaba en Atarfe (Granada) como Maestro de Audición y Lenguaje y llegó al EOE de Atarfe como orientador".


"A partir de ahí surgió una gran amistad. Siempre le estaré eternamente agradecido por contar, en mis peores momentos, con su apoyo incondicional".

Los animales le gustan poco aunque los respeta mucho. No siente amor por ellos, pero le duele su maltrato.


No tiene ninguno porque entiende que para tener un animal hay que saber cuidarlo bien y es una responsabilidad que no quiere asumir.


Le da mucha rabia ver animales abandonados o mal cuidados. Por eso piensa que es mejor no tenerlos.


Sus preferidos son los gatos, pues le tomó cariño a una gata que tenía su madre.


Le indigna la mentira, la deslealtad, la intolerancia, la insolidaridad, la falta de empatía y el maltrato.


Pero, sobre todo, el abuso de poder, indignándole cuando cualquiera de esas actitudes se ejerce desde una posición de superioridad jerárquica, social o funcional, y más aún cuando viene acompañada con desprecio al más débil o más humilde.


Le desagradan algunos condimentos determinados, como el cilantro y el abuso de condimento.


Le gusta todo tipo de comida (verdura, carne, pescado y comida “de cuchara” (como decía su padre) y que fuese acompañada con salsa de almendras o tomate frito…


También unas buenas croquetas.


Tiene pánico a la muerte de seres queridos y a que le pase algo a algún hijo suyo.


Le da miedo que su pareja o él no gocen de buena salud en la vejez.



Como buen amante del cine le cuesta seleccionar una.


Para entretenerse le gusta cualquier película ambientada en el oeste (disfrutando de su cielo azul, la dureza de su paisaje y la resistencia del ser humano en circunstancias duras).


Recomienda grandes películas de western:


"El hombre que mató a Liberty Valance" de "John Ford".


"Centauros del desierto" de "John Ford".


"Río Bravo" de "Howard Hawks".


"El fuera de la ley" de "Clint Eastwood".


Tienen, en común, un gran sentido de la amistad y la lealtad, aspectos que le conmueven).


De otros géneros:


"El padrino" de "Francis Ford Coppola".


"Lo que el viento se llevó" de "Victor Fleming, George Cukor y Sam Wood".


"Casablanca" de "Michael Curtiz".


"Los puentes de Madison" de "Clint Eastwood".


"Mejor imposible" de "James L. Brooks"


"Desayuno con diamantes" de "Blake Edwards"


"El golpe" de "George Roy Hill"


"Brubaquer" de "Stuart Rosenberg"


Le emociona la solidaridad entre los seres humanos, en situaciones extremas, así como en su gusto por el cine bélico.


Recomienda autores como García Márquez, Saramago, Delibes, Almudena Grandes y un autor, a su juicio poco valorado, como es Vicente Blasco Ibáñez, cuya lectura es deliciosa.


Estos libros son los que más le han gustado en los últimos tiempos:


"La sombra del Viento" de Carlos R. Zafón.


"La voz dormida, de Dulce Chacón.


"La noche detenida, de Javier Reverte.


"Las normas de la casa" de Jodi Picault.



Artículo: Antonio Javier Martín Gutiérrez




Fuentes:


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